116  Veintisiete escenas de la tundra

Un piano acórdico y plano es el hilo conductor de esta minuciosa contemplación de una tierra inhóspita en su frialdad y falta de fertilidad, pero de existencia deslumbrante en su quieta amplitud. Se encuentra entretejido en un conjunto instrumental conformado por un quinteto de viento, un vibráfono, campanas tubulares y un cuarteto de cuerda. Con dicha orquesta a hombros, pero no como un explorador, sino como un poeta que descubre, absorbe y traslada la emoción contenida bajo un sol rasante, Raúl Ferrero se adentra en las referidas llanuras abiertas de subsuelo helado. Mientras la tundra enseña su monotonía, el músico la rompe con la sutileza de la variación a la que somete los pequeños elementos que la compone, los cuales le abren paso a la imaginación, empujado por una gran capacidad de observación y una sensibilidad plena. Nos muestra los secretos y las luces internas que esconden los musgos y líquenes, las aguas pantanosas y las vetustas piedras de tiempos inmemorables. A lo largo de veintisiete escenas de corte miniaturista, que ganan presencia sonora con consistencia y concentración tímbrica, se reflejan y revolotean sonidos claros, brillantes y acampanados, sobre un solado de sedosas cuerdas y metales pesados. Misteriosa sobriedad entre secuencias de imágenes vivas. 

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RAÚL FERRERO

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